El presentador ha anunciado su retirada definitiva de la televisión y tiene los medios para poder lograrlo con tranquilidad

Jordi González, uno de los rostros más reconocibles de la televisión española durante más de tres décadas, ha decidido dar un paso definitivo que marca el fin de una era.
A sus 62 años, el presentador ha anunciado que se retira por completo de la televisión, sin intención alguna de emprender nuevos proyectos ni volver a ocupar un plató.
La decisión, contundente y sorprendente, llega en un momento en el que su vida personal, su salud y su sólida situación económica parecen haber encajado para empujarlo hacia un cambio vital que llevaba tiempo rondándole la cabeza.
Él mismo ha admitido que esta despedida puede alargarse unos meses o incluso un par de años, pero el cierre es definitivo: el ciclo televisivo de Jordi ha terminado.
Detrás de esta retirada no hay un conflicto laboral ni un desgaste profesional visible, sino un proceso interno más profundo, marcado por una reflexión vital tras un episodio médico severo que casi lo deja sin vida a comienzos de 2025.
Durante un viaje al extranjero, contrajo una infección que derivó rápidamente en una neumonía bilateral y en un colapso de su estado general.
Tuvo que ser ingresado en la UCI y pasó varias semanas en coma, sometido a intervenciones y a un tratamiento extremo para sobrevivir.
Los médicos llegaron a comunicar a su entorno que “no había nada más que hacer”, y cuando al fin despertó, su cuerpo estaba tan debilitado que tuvo que reaprender a caminar, a hablar y a realizar rutinas básicas.
El propio Jordi ha relatado cómo aquel golpe lo cambió todo: su relación con el trabajo, con su tiempo y con el futuro. Recuerda el desconcierto al recuperar la conciencia, la fragilidad extrema que sentía y la incertidumbre por saber si volvería a ser el mismo.
La rehabilitación fue larga y exigente, pero logró regresar a los platós y retomar el programa que presentaba, Col·lapse.
Sin embargo, ya había comprendido que aquella etapa profesional empezaba a ser incompatible con la nueva perspectiva que le había dejado la enfermedad.
Volver a la televisión fue un reto personal, una demostración de fuerza, pero también el preludio de una despedida que él mismo describía como inevitable.
A esta reflexión vital se une otro elemento decisivo: su sólida situación económica. Jordi González reconoce abiertamente que su estabilidad financiera le permite retirarse sin miedo y sin preocupaciones.
No tiene hijos, lo que reduce sus responsabilidades económicas futuras, y lleva años gestionando ingresos elevados gracias a su larga trayectoria en televisión.
Especialmente durante finales de los noventa, cuando su presencia en Telecinco lo situó entre los presentadores mejor pagados, llegó a cobrar alrededor de ciento veinte mil euros por programa. Él mismo contó que con cada entrega habría podido comprarse un piso en Madrid.
Aquellos años de éxito, sumados a décadas de trabajo continuado en programas de prime time, le permitieron formar un patrimonio sólido que ha ido reforzándose con el tiempo.
Entre sus bienes figuran varias viviendas en España y en el extranjero: una casa en Madrid, otra en Barcelona y dos propiedades fuera del país, una en Miami y otra en Río de Janeiro.
Esta última ha sido mostrada en televisión en alguna ocasión, revelando su gusto por los espacios luminosos y el clima tropical. A esto se suman sus relojes de lujo, piezas de alta gama de marcas exclusivas, y su afición por la moda de firmas como Prada o Gucci.
Aunque en 2021 perdió una suma considerable en bolsa —la mitad de sus ahorros en apenas una semana, según ha contado—, su economía sigue siendo holgada y le garantiza un futuro cómodo.

Todo este conjunto de recursos y estabilidad ha contribuido a que pueda tomar su decisión sin angustia. Jordi afirma que quiere dedicarse a cosas sencillas que siempre tuvo pendientes:
aprender a cocinar, estudiar inglés, viajar a Japón y disfrutar del tiempo sin la presión constante del directo. Habla de su deseo de recuperar momentos cotidianos que antes eran imposibles por la exigencia televisiva.
También reconoce que el envejecimiento, la enfermedad y el miedo experimentado en la UCI han reforzado su necesidad de vivir la vida de forma más consciente, más lenta y más personal.
Su retirada no implica un rechazo al mundo televisivo ni ingratitud hacia sus años de carrera. Al contrario, Jordi González ha mencionado en varias ocasiones que se siente profundamente agradecido por su trayectoria y por la fidelidad del público.
Sin embargo, considera que ha llegado el momento de dar un paso atrás y cerrar una etapa que ya no define sus prioridades.
Sabe que el ritmo frenético de la televisión requiere energía, exposición y disponibilidad continuas, elementos que actualmente prefiere dedicar a su bienestar y a proyectos personales.
Así, el presentador inicia una nueva fase vital marcada por la calma, la introspección y la libertad económica que le permite construir su día a día sin presiones.
Su decisión se percibe como el resultado natural de una combinación de éxito acumulado, un susto médico de enorme impacto y una madurez que lo ha llevado a replantearse todo.
Jordi González, que ha sido una figura habitual en la pantalla durante décadas, dice adiós con serenidad, convicción y una sensación de cierre que él mismo describe como necesaria.
Ahora comienza para él un capítulo construido a su ritmo, lejos de los focos, pero lleno de nuevas experiencias que llevaba años esperando vivir.
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